lunedì 26 marzo 2018

Helena Maleno y Mussie Zerai: «Estamos cediendo nuestra libertad a cambio de seguridad»

CABECERA MN RETINA


Helena Maleno y Mussie Zerai
Por: Javier Fariñas - 26/03/2018
[Fotografía superior: José Luis Silván]


El sacerdote eritreo P. Mussie Zerai, y la periodista e investigadora española Helena Maleno, han recibido el Premio MUNDO NEGRO a la Fraternidad 2017 en el transcurso del 30º Encuentro África, celebrado a primeros de febrero en Madrid. Después de la jornada de clausura han hablado para nuestra revista sobre migraciones y personas.

Un migrante es…
Helena Maleno (HM). Una persona en movimiento.
Mussie Zerai (MZ). Una persona cargada de esperanza, que sueña con la libertad y que quiere un futuro digno.

Si hablamos de personas, de esperanza, de libertad y dignidad, ¿por qué se presenta la realidad migratoria como algo negativo?
HM. Porque es una estrategia de la política de control de fronteras y del racismo institucionalizado que está en muchos países: entender a la persona como una cosa, entenderla en el mercado laboral y no como una ciudadana de pleno derecho. Eso permite mantener diferencias, desigualdades y crear la opinión de que la migración es algo negativo y no positivo.
MZ. Siempre ha habido chivos expia­torios, y en este momento se está usando a la migración como el chivo expiatorio de la quiebra política y económica que sufre nuestra sociedad. Ellos son la excusa, ellos son los que ‘nos roban el trabajo’, los que ‘cometen los crímenes’… En el fondo, se trata de esconder nuestras propias responsabilidades.

Helena, en la presentación del Encuentro África usted aludió a la cifra que va a destinar Europa a la defensa de las fronteras. Estamos, por tanto, ante algo que trasciende la política. Esto es un gran negocio.
HM. El control migratorio está moviendo muchísimo dinero y eso lo saben las industrias de la guerra. Las industrias europeas que venden armamento a África y a Oriente Medio son las que están ahora gestionando el control migratorio. Estamos hablando de una guerra de fronteras y de cifras exorbitantes. En 2022 la Unión Europea se va a gastar 292 billones de euros en el ­control ­migratorio. Están las industrias de la guerra, pero también las industrias criminales con las que trabajan, y que están también en la frontera. Se trata, en definitiva, del doble negocio de crear la guerra, crear el movimiento y, después, frenarlo. Estamos hablando de una militarización de las fronteras. Algunos hablan de guerra de fronteras de baja intensidad, pero nosotros hablamos de una guerra de fronteras real, donde los muertos los pone África.


Rescate Médicos Sin Fronteras
Rescate a cargo de Médicos Sin
Fronteras.
Fotografía: Julie Remy /MSF

Padre Mussie, junto a esa industria de la guerra de la que habla Helena, usted conoce otra gran industria, las mafias que trafican con personas en el Sinaí.
MZ. Todo es un negocio. La palabra seguridad esconde un gran negocio para mucha gente. Hay que crear una sensación de miedo para justificar esta inversión. De algún modo, se da una cooperación entre los Estados y los traficantes de personas, porque si los Estados cierran las fronteras y clausuran el paso de las personas, están favoreciendo, de hecho, a los traficantes de personas. Y luego está el tráfico de órganos. ¿Quién se beneficia de ello?: los países ricos, las personas que pueden permitirse comprar un órgano para salvar su vida, mientras el pobre morirá en el desierto, en el Mediterráneo, abandonado en su país de origen o en cualquier país de tránsito.

En esta historia los migrantes son los perdedores. ¿Por qué en la sociedad occidental no nos percatamos de ello?
HM. La sociedad europea ha normalizado esa guerra de fronteras y esas víctimas. Normalizar la violencia, y nosotros lo hemos visto en nuestra frontera sur, significa que cuando mueren 14 personas en la playa del Tarajal, en Ceuta, por efecto de la utilización de medios antidisturbios, tenemos un auto judicial que dice que no había que activar los sistemas de rescate porque ellos mismos se pusieron en peligro. Hay muertes en las fronteras y no hay responsabilidades judiciales, por lo que nuestros resortes democráticos no valen en esos contextos de ‘no derecho’. Esto tiene su raíz en el racismo neocolonial que sigue existiendo en la sociedad. ‘Los negros se mueren pronto’, ‘los negros son pobres’, ‘los negros… es normal que se ahoguen’. Se ha normalizado esa violencia y se mira para otro lado. Tarajal es ejemplo de una violencia necesaria para mantener nuestro sistema neocolonial y un sistema de personas que ya no son tales, sino que son esclavos o esclavas que forman parte de ese modelo de esclavitud heredado de la época colonial.

¿La ciudadanía es, en algún modo, responsable?
MZ. La sociedad está dividida, fraccionada. Se vive individualmente. Incluso el ámbito familiar se limita a la mínima expresión. Basta con que yo esté bien. Este individualismo ha generado un efecto: no debo preocuparme del otro, no debo ocuparme de nadie más. Ese es un gran problema en toda Europa. Luego, el que viene de fuera, sobre todo el que viene de África, no es plenamente aceptado como persona. Pensar que el otro es igual que yo, igual en dignidad, igual en derechos, y que tiene el derecho de pensar en su propio futuro, no está plenamente aceptado ahora en Europa. En los últimos 20 años, 30.000 personas han muerto en el Mediterráneo, y otras tantas en el desierto, y esto ya no causa un impacto en la sociedad. Y desde los Estados nos trasladan que estos muertos son necesarios para defendernos de las invasiones, para que nosotros podamos mantener nuestro estatus, nuestro bienestar, nuestra seguridad. Esta política provoca una especie de lavado de cerebro de la opinión pública que se desentiende de la solidaridad, de la generosidad, de la corresponsabilidad colectiva. La democracia está en entredicho. La democracia es un contenedor que se ha vaciado de valores como la libertad, la justicia o los derechos fundamentales de la persona. Tenemos una democracia solo de fachada.


Rescate Médicos Sin Fronteras
Rescate a cargo de Médicos Sin
Fronteras. Fotografía: Julie Remy

¿Y los medios de comunicación?
HM. Para mí tienen una responsabilidad muy grande. Cuando hay una guerra, necesitamos medios de propaganda, y los medios se han convertido en un medio de propaganda eficaz para normalizar esa guerra de fronteras y esas muertes. Y se ha hecho usando lenguajes muy duros, lenguajes que no se adaptaban a la realidad. Se utilizan términos como ‘invasión’, ‘ilegales’, ‘mafias’… Todo eso lo ha hecho el lenguaje, pero no solo el lenguaje, sino también las fuentes. Cuando pasa algo en las fronteras, ¿quiénes son nuestras fuentes informativas? ¿A quién se recurre? En Tarajal hasta que no demostramos que se había usado material antidisturbios, los medios solamente creyeron la información oficial, institucional. Los verdaderos protagonistas no tienen voz ni espacio. En esta guerra de fronteras, los medios tienen una parte muy importante de responsabilidad.

¿Qué impacto tiene este discurso en la sociedad?
HM. El ministro del Interior español explicó hace unas semanas que Mohamed Bouderbala, el argelino que había muerto en la cárcel de Archidona, donde estaba retenido como si fuera un centro de internamiento, había fallecido en una celda de aislamiento. Una persona acaba de llegar en patera y está en una celda de aislamiento, un ministro del Interior puede decir tranquilamente a la sociedad que esa persona estaba allí, un juez dice que se ha suicidado, que no hay responsabilidades, que no hay que investigar, y no hay manifestaciones en la calle. Hemos normalizado que una persona que llega a España pueda morir en una celda de aislamiento. Estamos en unos niveles democráticos y de derechos humanos bastante bajos. Tenemos una policía de fronteras que ejecuta ese racismo institucional, no es una policía que protege, sino que genera esa indefensión.

¿Hemos mirado tanto a Trump que nos hemos olvidado de lo que pasa en nuestra frontera sur?
MZ. Con Trump se ha hecho evidente el racismo de Estado, ha cambiado el concepto de racismo de Estado en el modo de usar el lenguaje, en el modo de afrontar este tema. Insiste en la construcción de un muro que haga una selección de la gente antes incluso de que llegue al país. Aunque más que la construcción del muro físico, está primado la construcción de un muro ideológico, una división entre la población norteamericana y la del sur del mundo. Por eso, cuando la gente llega a Estados Unidos está ya criminalizada, y entre la población ya está inoculado el virus del miedo. Esta situación genera una cerrazón al otro, incrementa la sensación de inseguridad, que suscita un incremento de la presencia militar cuyo beneficiario inmediato es el lobby armamentístico que le ha votado. Por tanto, Trump está haciendo bien su trabajo, porque está generando un mercado donde vender más armas, más instrumental de seguridad, de control, drones, sensores eléctricos… a estos grupos de presión y fabricantes de armas que le han votado. Son, en definitiva, instrumentos que sirven para tener controlada a la población, no solo a los que están fuera, sino también a los que están dentro. Poco a poco, estamos cediendo nuestros derechos a cambio de seguridad; estamos cediendo nuestra libertad a cambio de seguridad y el daño no es tanto para el que llega de fuera, sino para uno mismo, porque al final la vallas se convierten en jaulas para los que están dentro.

Joven inmigrante
Una joven migrante desembarca
en Palermo, el pasado 18 de enero
del buque español Santa María.
Fotografía: Getty

La idea es demoledora.
MZ. El que está fuera del muro está libre, pero el que está dentro soy yo. Trump y todos los que siguen esta política no tienen interés alguno en escuchar a las miles y miles de personas que se plantan en las plazas a denunciar esta realidad, aunque denuncien que esto no es una democracia real. A la gente que está en el poder no le interesa cuánta gente hay gritando en las plazas. Solo verán a la gente si su grito favorece los intereses de la clase política. Pero si la gente grita contra el poder, contra sus intereses, nadie les escuchará. Ciertas decisiones que se toman en los parlamentos no dan respuesta al sueño que se percibe en la población. Distraen a la gente con otros ­temas, generando, creando situaciones de miedo, de terror… Pero la gente no es escuchada.
HM. La frontera con más nivel de desigualdad en el mundo no está en Estados Unidos, está en Ceuta y Melilla, y la separa una valla llena de concertinas que ha hecho una empresa española. Es una frontera en la que mueren, en avalanchas cada vez más frecuentes, mujeres trabajadoras, las llamadas porteadoras, mujeres que llevan 50 o 60 kilos en sus espaldas y que ganan 5 euros al día. Esa es la frontera más desigual del mundo. Cuando pienso en Trump pienso en las mujeres. Trump es el reflejo de esa sociedad de los muros, es el reflejo de esa sociedad que mata a las mujeres. Eso es algo muy importante de explicar, porque si hay algo muy presente en las fronteras es la infancia migrante y es la mujer como objeto de consumo. Además, sobre el asunto de la construcción de los muros, pensamos que por estar dentro del muro estamos seguros, y no es verdad. Ya lo decía Saskia ­Sassen en su libro Expulsiones, cuando hablamos en el norte global de los ­desahucios, esas personas desahuciadas ¿están dentro o fuera del muro? Estamos construyendo un sistema de expulsiones donde hay unas grandes ciudades administrativas y financieras que se protegen con muros, pero en el norte global también se dan expulsiones. Creo que Trump es el reflejo de una nueva forma de hacer política que favorece ese sistema, que explica que los Estados han perdido el poder a manos de esos grandes lobbys financieros. En Europa tenemos otros Trump. ¿Qué diferencia hay entre Macron y Trump? ¿Qué diferencia hay entre Rajoy y Trump? ¿Qué diferencia hay entre todos esos movimientos de extrema derecha que están surgiendo en Europa y las políticas de Trump? Las diferencias son pocas. Miremos los muros que estamos construyendo aquí: separan la mayor desigualdad que existe en el mundo.

Hablando de extrema derecha, ¿qué pensó cuando el movimiento Defend Europe fletó un barco, el C-Star, para impedir el trabajo de las oenegés que ayudan a los migrantes en el Mediterráneo?
HM. Es la escenificación en la sociedad civil de eso que ya está haciendo Frontex. No nos engañemos, Frontex es una policía de fronteras que disimula su acción policial con un discurso de salvaguarda de la vida en el mar. Pero Frontex ha provocado muertes y es responsable directo de ese genocidio que se produce en el Mediterráneo. Como consecuencia de esas políticas pagadas con nuestros impuestos es normal que salgan grupos de personas que vayan a hacer lo mismo que Frontex desde una posición de sociedad civil organizada. Ese barco es, como Frontex, una vergüenza para Europa. Lo que se me vino a la mente al conocer la noticia fue cómo podemos haber sembrado tanto odio, cómo puede haber gente joven que se echa al mar para hacer esto. Hemos sembrado tal odio, que cuando siembras odio recoges odio.


Mussie Zerai y Helena Maleno
Mussie Zerai y Helena Maleno
durante el Encuentro África.
Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

Mussie Zerai, el primer ministro eslovaco, Robert Fica, dijo en diciembre que no existe ningún derecho humano a emigrar a la Unión Europea. Por otra parte, desde Frontex se ha criminalizado el trabajo de las oenegés y ha denunciado que se han convertido en taxistas de los migrantes y hacen el trabajo sucio a las mafias. ¿Qué opinión le merece esto?
MZ. Negar el derecho a la emigración que aparece en la Declaración Universal de Derechos del Hombre… Todo ciudadano es libre de moverse, dejar la propia tierra, desplazarse a otro lugar y poder volver. Este derecho debe estar garantizado por todo el mundo. El ministro debe recordar cuántos de sus compatriotas son migrantes, y que mientras que su derecho está siendo respetado, no ocurre lo mismo con el de otros. Frontex criminaliza a las oenegés y la solidaridad, pero esconde su propia responsabilidad. Si nos preguntamos cuándo las oenegés han comenzado su labor de rescate y salvamento en el mar, nos encontramos un hecho clave: en 2013, en tan solo una semana 1.000 personas murieron en el Mediterráneo. El 3 de octubre de 2013 murieron 368 personas, y una semana después otras 700 personas. Después de estas tragedias las oenegés comenzaron a operar en el mar, no se podía asistir pasivamente a la transformación del Mediterráneo en un cementerio a cielo abierto. Los Estados tienen la obligación moral y legal de proteger y salvar la vida humana, y no lo han hecho. ¿Qué va a denunciar? ¿Que el propio Estado no ha cumplido con su trabajo y que las oenegés han venido a cubrir un hueco que estaba abandonado?

Esto ha sido muy evidente en Libia después de Gadafi.
MZ. Después de la caída de Gadafi las aguas territoriales libias se convirtieron en el lejano oeste. Se disparaba, se mataba… Sucedía de todo, y nadie hacía nada, nadie intervenía, nadie salvaba a las personas que estaban en peligro. Este fue el fallo de la Unión Europea, que ahora esconde criminalizando a las oenegés, criminalizando a quien se solidariza y coopera para salvar la vida humana. Es también responsabilidad de la OTAN, que intervino para derrocar el régimen de Gadafi, pero que no se ha ocupado de la seguridad del mar, de todas las personas que huían de Libia para llegar a un lugar seguro. Yo denuncié en 2011 el caso particular de una barcaza que partió de Libia con 72 personas apenas caído el régimen, cuando las aguas territoriales libias estaban controladas por la OTAN con un montón de barcos. Estas personas estuvieron a la deriva en el mar durante 15 días. 63 de ellas murieron de hambre y de sed. Cuando la barcaza fue avistada, avisaron a la guardia costera italiana, con la que yo también me puse en contacto cuando recibí una llamada de socorro. La base de la OTAN en Nápoles mandó un helicóptero y les tiraron agua y galletas. Les prometieron que enviarían a alguien a por ellos, pero nadie volvió. Un superviviente ha contado después que durante esos días se encontraron con diversas naves militares que se limitaban a fotografiarles y a grabarles en vídeo, pero no les ayudó nadie. Esto es responsabilidad de la OTAN y del Estado, que debía promover la defensa de la vida humana en el Mediterráneo y que no lo hace. Por eso las oenegés están ahí, cubriendo el vacío de los Estados porque no podemos dejar morir a las personas.

¿Qué importancia tiene que el papa Francisco esté haciendo de su pontificado una gran campaña de denuncia de la realidad de los migrantes?
MZ. Lo que el Papa está haciendo es una referencia para todo el mundo, primero de todo para que no perdamos nuestra humanidad, ni el sentido de solidaridad con el otro, ni la corresponsabilidad entre nosotros. Está llamando la atención para atender al más débil en una sociedad en la que ponemos la atención en los poderosos. El Papa dice lo contrario, el poderoso ya lo es, es el más débil el que sueña con la ayuda. De aquí a poco llegará el momento en el que miles de millones de personas serán descartadas por el sistema. El Papa está muy atento a la cultura del descarte, a esas personas que serán descartadas, que estarán completamente fuera de los escenarios político, social y económico, que estarán abandonadas, y que protagonizarán grandes conflictos entre empobrecidos. Este es el peligro contra el que insiste el Papa.

Maleno y Zerai
Maleno y Zerai durante la recogida del premio, el 3 de febrero. Fotografía: José Luis Silván

Una europea que vive en el sur, y un eritreo que vive en el norte han compartido este Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2017. ¿Qué nos perdemos, como sociedad, si impedimos que los migrantes africanos vengan?
HM. Mis hijos se han criado en el Sur y no pueden tener mayor riqueza que comprender el Norte global, comprender el Sur y ser un puente. Muchos de los críos que están creciendo entre esos dos mundos que quieren separar con muros serán el puente para el futuro, y ese puente también está en Europa. Tenemos todas esas compañeras y compañeros que están viviendo aquí y que van a hacer de puente entre el Norte global y el Sur global y son esperanza para terminar con esas desigualdades. Y son, sobre todo, esperanza para que tengamos memoria, para que no perdamos la memoria histórica. Entre 1900 y 1915, 12 millones de italianos se fueron de Italia hacia otros destinos. Nos parece que eso está muy lejano, pero está muy cerca en el tiempo. Necesitamos acercar ese Norte global y romper los muros. Eso es lo que van a hacer esas personas que están viniendo, y los que que nacerán aquí y allí: tender puentes y derribar muros.
MZ. El futuro, conviene recordarlo, está en África y no en Europa. Mañana serán muchos los europeos que quieran ir a África. En el pasado, los europeos vinieron en masa a África, pero solo vinieron fuertemente armados, vinieron para ocupar, para hacerse los amos de la tierra africana. Mientras, los africanos que vienen hoy a Europa lo hacen pacíficamente, vienen en son paz, en busca de solidaridad, pero Europa olvida el pasado y su responsabilidad respecto a nuestro continente y les cierra las fronteras. De esta manera está también condicionando su futuro, porque su futuro está en Africa.


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